Cazador de cazadores
La nebulosa de Orión (M42)
La nebulosa de Orión (M42) casi tal y como apareció al fotografiar con mi Samsung Galaxy S22 el ocular del telescopio Bresser AR 102/1000 f10 de mi amigo Antonio -solo aumenté la saturación-. Lugar de la observación: La Suara, no lejos de Jerez de la Frontera, España. Bortle medio.
Este septiembre ha sido cósmico en lo personal. Me interesa el universo desde que era niño, y he leído incansablemente sobre él. Lo que más me ha gustado siempre han sido “lo más grande” y las Grandes Preguntas, digamos que la cosmología. De entre mis muchos intereses, la astronomía ha sido como una especie de yo-yo, o una suerte de Big Crunch seguido de un Big Bounce a lo largo de mi vida. Aunque se vaya lejos como un cometa, acaba volviendo; órbita excéntrica pero fiel.
Esta vez me la trajo de vuelta mi amigo Ignacio en la celebración del cumpleaños de un amigo en común en una casita de campo, bajo los cielos no muy buenos cerca del aeropuerto, donde Antares y Arturo compiten en luminosidad con numerosas especies de aviones y avionetas. Hablando y hablando de estrellas, me comentó los próximos eventos de Magallanes, la agrupación de astronomía de mi ciudad —Jerez de la Frontera, en España—, y me decidí a participar.
En tan solo un mes he nivelado un poco el desequilibrio entre mis conocimientos teóricos de devorador de Wikipedias y canales de YouTube y la algo vergonzosa —por absoluta— falta de práctica, y en mis retinas han impactado fotones maratonianos que venían de Júpiter, Saturno, las lunas de ambos, estrellas dobles, algún que otro cúmulo y hasta esta famosísima nebulosa que corona mi entrada. Pero, sobre todo, he conocido a personas geniales y muy sabias y, mejor aún, apasionadas. Porque de verdad que atravieso rachas en la vida en las que todo a mi alrededor me parece como un decorado de cartón piedra puesto para rodar, para funcionar, pero no para sentir. Que es un delirio, sí, pero síntoma de desconectarme, del desafecto, o de no ver a menudo a personas haciendo lo que verdaderamente les gusta. Y este mes he visto a muchas disfrutando, y me han hecho disfrutar a mí.
Hace casi exactamente una vuelta al sol, en septiembre de 2024, me picó el gusanillo astronómico bastante fuerte y me puse a ver los fabulosos vídeos de la astrofísica Becky Smethurst en YouTube, e incluso empecé a escribir una especie de bitácora de astronomía y cosmología1 resumiendo el contenido que trataba Becky con bastante detalle; el tema no importaba mucho, ya fueran los hallazgos en las atmósferas de los planetas de TRAPPIST-1, el proyecto del Observatorio de Mundos Habitables o la partícula de Amaterasu. Lo que importaba era la utilidad meditativa, catártica de aprender de un tema que me gusta a través de un experto y volver a maravillarme con la realidad que me envuelve y me compone.
1


Este año el interés ha regresado incluso con más fuerza y, tras compartir tiempo y observaciones con los compañeros, me voy planteando adquisiciones; que si mejor astronomía visual con un dobson de 8’‘, que si astrofotografía con cámara y montura, que si ahora necesito un ordenador mejor que pueda tirar de los carros y carretas de bits y bytes del PixInsight, el Photoshop y toda la pesca. Y mientras fantaseo y miro las ofertas online, veo las preciosas astrofotos que comparten los colegas, las maravillas que montan con una impresora 3D, y me dejo aconsejar por aquellos para quienes un telescopio es como una extensión de sus pupilas. Y me inspiro. Y escribo esto. Y me meto hasta los tobillos en las aguas cósmicas, pero me apetece un chapuzón.
Cielos claros y hasta la próxima, amigos.
MANUEL R. GUTIÉRREZ